Voces en Libertad

Hace 17 años, Ana Julia Guido Ochoa quiso convencer al fallecido expresidente Enrique Bolaños de que ella “era una mujer apegada a la ley” y su simpatía por Daniel Ortega no era “una debilidad” que le impidiera alcanzar el bastón de la jefatura policial, una justa que al final, le ganó Aminta Granera, que aunque sandinista también, pudo al menos disimularlo más hasta que el caudillo la atrapó y la hizo cómplice de las matanzas del 2018.

El expresidente Bolaños, un empresario nicaragüense que se metió a política y aprendió a sobrevivir bajo las tempestades que con buen arte Daniel Ortega sabe ocasionar en el país, tuvo el atino de pasar a Guido Ochoa a retiro, aunque sería el dictador de regreso al poder en 2007, quien recogería su estima hecha añicos, para garantizarse una sólida fidelidad desde el Ministerio Público, una institución que sería clave en su aparato represor, junto a la policía y los tribunales de justicia. 

Fuentes policiales de aquella época, contaron que Guido Ochoa “se sintió golpeado”. No lo esperaba. Creía que su fama de mujer “dura y con actitud de riel” para cumplir las órdenes de un superior, le bastaban para ganarle la partida a Granera, una jefa policial con buenas notas para el cargo, pero que se reflejaba más “frágil que menuda”. Lo peor estaba por llegar para Guido Ochoa, el retiro estaba a la siguiente curva como en efecto ocurrió. 

Pero llegó Ortega y pedaceó las buenas intenciones de Bolaños. Y claro, le tocaría a Guido Ochoa, hacer como lo ha hecho, una sobrepaga de su deuda con el dictador. La mujer que no se recordaba a sí misma sin uniforme policial, volvería a la función pública ahora vestida de abogada, aunque nunca hizo antes siquiera una escritura de esos que los abogados llaman “un ante mí”.  

Fiscal Adjunta con “pecado original”

La exjefa policial nunca debió ser electa y no por sus simpatías políticas. La Ley Orgánica del Ministerio Público decía en su artículo 23, que solo podía llegar a esa silla un abogado que debía haber ejercido la profesión por lo menos durante 10 años o haberse desempeñado como magistrado del Tribunal de Apelaciones por al menos cinco. 

Guido no cumplía ni una cosa, ni la otra, pero era Ortega el que la quería ahí y torcería la ley, apenas meses de haber jurado que la respetaría “o que la patria se la cobrará” con la mano alzada y la banda presidencial colgada al pecho cuando regresó al poder en 2007. 

El dictador reunió 66 votos y votaron por ella.  Escogieron a Julio Centeno Gómez como fiscal general, alguien que más tarde confirmó que Guido Ochoa, puso al Ministerio Público “patas arriba”.  Gómez contó que ella igualó su poder al de él, le dijo que no era su subordinada y que sería autónoma con sus propios fiscales. Muy pronto, la entidad que representaba a las víctimas en nombre del Estado, cambiaría por completo solo para convertirse en la acusadora de Ortega y en defensa de sus intereses.   

En la Asamblea Nacional, a Edwin Castro le tocó proponerla como idónea para Fiscal Adjunta.  La tristemente recordada diputada sandinista Xóchilt Ocampo, la secundó y fue apoyada por el liberal Maximino Rodríguez, el sandinista Mario Valle y el aliado socialcristiano Agustín Jarquín Anaya. Nadie en el hemiciclo, cuestionó que no cumplía los parámetros para ser electa. Ni del bando de “los buenos”, al contrario, el liberal constitucionalista Rodríguez y el noble excontralor Jarquín Anaya, la vieron perfecta para el cargo.         

Además, Castro se había anticipado. Expuso que los años de ella en la policía la vinculaban al conocimiento de leyes. “Todo el mundo sabe que es un requisito para un jefe policial, saber de leyes”, se le oyó decir en los altoparlantes, aunque olvidó que en Nicaragua, la mayoría de comisionados fueron primeros policías y alcanzaron títulos después, en busca de una profesionalización que Daniel Ortega demolería por completo a partir de 2018.

La Fiscal de “virgen protocolo”

Guido Ochoa  llegó al Ministerio Público en 2007 como Fiscal Adjunta y ascendió a Fiscal General en 2014. Este 11 de agosto, fue nuevamente reelecta a propuesta de un Ortega muy feliz con su desempeño de 16 años en la institución.  Y no era para menos, desde el 2018 junto a la policía, la Fiscalía que dirige Guido Ochoa, ha inventado causas contra los opositores que llegaron a significar condenas de hasta 200 años como las que recibió el líder campesino Medardo Mairena en uno de los dos juicios que el régimen le ha hecho.            

Los diputados orteguistas con el respaldo de los partidos políticos colaboracionistas eligieron a Ana Julia Guido y al fiscal general adjunto Julio González Sandoval, en una sesión en la Asamblea Nacional llevada a cabo el 11 de agosto pasado con 89 votos para ella y 87 votos para González Sandoval. 

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“No hay una sola escritura, un escrito legal de ella antes de ser Fiscal, nunca ejerció”, dice un jurista consultado para este tema y que la recuerda en la facultad de derecho de la Universidad Centroamericana, (UCA), donde igual que ella, se graduó en leyes.

El abogado reiteró que pudo tener una carrera policial brillante, pero “su protocolo virgen” le impedía una silla en el Ministerio Público. “Su expediente ni siquiera servía para ser fiscal litigante”, criticó.

Pero para el sandinismo su Hoja de Vida era brillante. Guerrillera desde los 15 años, expolicía sandinista, exjefa de la Policía Nacional y aspiraba a ser policía orteguista como lo fueron quienes lograron quedarse en la institución sancionada y considerada el principal brazo represivo de la dictadura Ortega-Murillo.

Protegida de Tomás Borge 

Después de 1979, Guido Ochoa pasó al Ministerio del Interior de la mano de Tomás Borge. El controversial comandante de la revolución sandinista ya fallecido, la colocó en la oficina de Seguridad Personal y ahí pasó años. Borges le encargó el departamento que asumió la protección y la seguridad del personal de la Dirección Nacional del Frente Sandinista.

Después de 1990, tras la separación de la Policía de aquel ministerio que se llamó después de Gobernación, a Guido Ochoa la dejaron en la misma dirección que pasó a llamarse de Seguridad Personal. Borges se encargó de que su carrera no se quedará corta, aseguraba que su peso en la lucha contra la dictadura de Somoza, le merecía un cargo. Disidentes de aquel sandinismo,  dicen que para escalar, a Guido Ochoa le pesó más su actitud “autoritaria” con el resto y sumisa con el poderoso de baja estatura comandante Borges.

Guido Ochoa fue también jefa de Asuntos Internos. Ocupó la dirección de Seguridad Pública Nacional, hasta ser promocionada como subdirectora general y ascendida a comisionada general para atender especialidades del área preventiva, cargos que obtuvo de la mano del exjefe de la policía Edwin Cordero, con quien compartió operativos “con pocos” ruidos durante la insurrección armada. Cordero, fallecido en retiro en su natal León en enero del año pasado, poco pudo hacer ante la decisión del expresidente Bolaños de escoger a Granera en vez de ella.

La demolición de la Fiscalía 

Este año, el dictador amagó con sacar a Guido Ochoa del Ministerio Público al ordenar la elección de una nueva fiscal, pero todo quedó en un ruido mediático. Siguiendo el juego, la Asamblea Nacional convocó a los aspirantes. Ana Julia Guido Ochoa, ahora de 64 años, pudo no ser un jurista con brillos como su antecesor, Julio Centeno Gómez, que hasta tiene su propia novela escrita y claro, le abundan sus apuntes de abogado, pero logró demoler la imparcialidad de la Fiscalía a favor del dictador. El mérito es ese. 

Para gusto de Ortega, politizó hasta las paredes de la Fiscalía y la arrastró a las sanciones internacionales acusada de ser la responsable de inventar casos a los opositores para los que el dictador ordenó secuestro, juicios y condenas. Con eso le limpió el camino a Ortega para tomar cómodamente su cuarto mandato en 2021, una presidencia considerada ilegítima hasta el sol de hoy por la comunidad internacional.   

A Guido Ochoa también le tocó vigilar el caso que sus fiscales armaron contra Cristiana Chamorro y que también la llevó a una condena que la mantuvo encerrada mientras Ortega se ceñía la banda presidencial. Daniel Ortega y Rosario Murillo, recurrieron a Guido Ochoa para acusar a Chamorro por supuesto lavado de dinero y sacarla del juego político en momentos en que una encuesta de Cid Gallup, la ubicaron en el primer lugar de los precandidatos opositores con un 21% de los votos. 

Chamorro fue apresada en su casa en momentos en que se convertía en la candidata que más opciones tenía de arrebatarle en las urnas el poder a Ortega, como lo hizo su madre Violeta Chamorro en 1990, un fantasma que ha perseguido al dictador toda su vida de político y hasta la fecha, en su último tramo de vida de más de 70 años. 

En ese mismo tono, fue la Fiscalía al mando de Guido Ochoa, que se encargó también de acusar a los otros seis precandidatos y a cuanto opositor se pronunció contra la dictadura desde el 2018 hasta ahora. La Fiscal dio órdenes estrictas de armar expedientes a más de 700 personas primero durante el estallido social hace cinco años y al menos otros 288 más en los últimos tres, la mayoría políticos que creyeron que Ortega los permitiría en su arena política.

Asaltabancos, igual que el comandante 

Como muchos sandinistas, Guido Ochoa guardó sus historias de guerrillera cuando el Frente Sandinista parecía envejecer en un rincón de una casa de residencial El Carmen, donde ahora Ortega lo tiene atrapado  y desde donde también, vive atrincherado desde su retorno al poder en 2007. 

Admitió, Guido Ochoa, lo que negó hace 17 años. Lo hizo en una entrevista con el oficialista Canal 4 a pocos días de haber sido condecorada por Ortega en marzo de este año. Dijo que se sentía orgullosa de sus raíces sandinista. “Honrada guerrillera, si”, agregó.  Era la misma que en 2006 renegó de sus atracciones políticas, solo que sin uniforme. “El bastón de la Policía lo valía entonces”, recuerda su excompañero de clases.  

Pero la abogada Ana Julia Guido tiene más en común que Ortega de militar en el mismo partido; ambos tienen como la hazaña más destacada asaltar bancos. El dictador pasó siete años preso por asaltar un banco en 1967, un acto que el sandinismo de la época vendía como acciones de “recupere” para obtener fondos para la lucha contra el somocismo. 

A Guido Ochoa le tocó asaltar también para la lucha armada que buscaba derrotar a otro dictador. Ingresó a la lucha antisomocista tan chavala que cuando asaltó una sucursal bancaria en Jinotega apenas cumplía los 15 años, admitió ella misma.

Guido Ochoa pudo tener más que convicciones para involucrarse en la lucha armada contra la dictadura de Somoza. En su familia matagalpina, lloraban el asesinato de dos de sus hermanos; Julio José Guido Ochoa el 25 de julio de 1977 y Leonel Guido Ochoa en las vísperas del triunfo revolucionario en julio de 1979. Ambos, fueron asesinados por la guardia de ese dictador, que comprobó que sus padres, dieron refugio alguna vez a rebeldes guerrilleros. 

Ana Julia Guido Ochoa, nacida el 16 de febrero de 1959 en Matagalpa supo desde sus primeros años que las dictaduras son crueles y matan por vivir en el poder. Es una de los seis hijos que procrearon sus padres, Julio Cesar Guido y doña María Ochoa. Pronto siguió los pasos de sus hermanos y se integró a la rebelión armada.     

Desde joven demostró que solo podía hablar en serio y más que valiente se granjeó fama de temeraria. Conoció el plan para asaltar el banco y no pidió tiempo para pensarlo. Aceptó. La contactaron en octubre de 1974 y fue asignada para el operativo junto a René Vivas, Aurelio Carrasco, Luis Hernández, Pedro y Carlos Agüero al mando de Juan de Dios Muñoz. El atraco lo ejecutaron en diciembre, seis días antes de la navidad de ese año y fue a una sucursal del Banco Nacional de Nicaragua en Abisinia, Jinotega.

Tres años después, el 15 de septiembre de 1977 fue capturada por la guardia de Somoza en el río Wani, en Siuna y llevada a juicio en Puerto Cabezas, donde un juez del régimen la condenó a nueve meses de prisión. Ahí permaneció aislada hasta que fue liberada y volvió a Managua para reintegrarse a la lucha contra el dictador, contó ella misma. 

“Es injusto no mencionarla en los operativos de aquel sandinismo que se  tomaron los municipios de Achuapa y El Sauce, en León. Lo que pasa es que el asalto tiene la particularidad de la audacia de Guido siendo muy joven”, dice un veterano guerrillero consultado para este reporte. 

     

“Pupila” de Tomás Borges 

Guido Ochoa se jacta de que parte de su formación revolucionaria se la debe al fallecido Tomás Borge, quien la aleccionó en temas de política en una casa de seguridad en Telica, contó al propagandista la Fiscal en una entrevista en la que intentó no verse dan “dura” como la pintaron varios fiscales sandinistas que en más de una ocasión se quejaron de sus maltratos. 

“Ella nunca se quitó el uniforme y dirigió la Fiscalía con voz de mando militar”, recuerda un exfuncionario de esa institución que tuvo la suerte de “escapar” a la Defensoría Pública, cuando muchos como él, decidieron renunciar porque ya no la aguataban. “Es una mujer autoritaria, más que malcriada, grosera”, acusó bajo estricto anonimato. 

En la toma de la Fiscalía, que hizo cuando por fin llegó a la titularidad, impuso su terror de una primera jefa de aparato armado al que nunca llegó. Hizo su propia “operación limpieza” sin sangre en las oficinas del Ministerio Público. 

Amargos son los recuerdos de la guerra sin cuartel que le hizo a la otrora poderosa secretaria ejecutiva del Ministerio Público, Delia Rosales, que junto al exfiscal Julio Centeno Gómez, controlaban la oficina de la Fiscalía  hasta que Guido Ochoa fue nombrada para cooptarla para el Frente Sandinista. Por eso fue reelecta otra vez. 

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