Voces en Libertad

Cada vez que se acerca el 19 de abril, en Masaya se viene a la memoria tanta sangre derramada. Muchos murieron por balas disparadas por policías y fanáticos al régimen Ortega-Murillo.

Calles, cunetas, aceras quedaron manchadas de sangre.  Jóvenes tendidos en medio del caos de la ciudad. Las balas provenían del sector del mercado de Artesanías, Instituto Central y de la estación policial. Eran días grises para esta ciudad, para el país entero.   

Ahí saliendo de las ruinas, entre barricadas y en medio de la lluvia de balas, se veía ir y venir a un motorizado. Moreno, rapado, acelerando su máquina y esquivando obstáculos, arriesgando su vida para meterse a la zona de conflicto y levantar cuerpos, unos con vida aún, otros agonizando y claro, quienes llevaban horas sin alma.    

“La ambulancia humana”

Ese era Moisés Gómez, quien la mayoría de sus viajes fue para levantar a jóvenes heridos que sangraban en las calles y conducirlos hacia los improvisados puestos de salud en Monimbó para salvarles la vida. Por su valiente labor, en Masaya, entre sus compañeros de lucha se ganó el apodo de la “ambulancia humana”.

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“Moisés era un hombre que arriesgó la vida por mucha gente que participó en la lucha en Masaya. Cuando él miraba a un muchacho herido salía a levantarlo, por eso le pusieron la ambulancia humana. Esa era su labor, hacer un trabajo humano, auxiliar a los heridos, nunca se negó a salvar a sus semejantes”, comentó una pobladora de Masaya, bajo el anonimato.

Después de la Operación Limpieza en Masaya, Gómez se exilió en Costa Rica para evitar represalias por su labor en las protestas. En el vecino país, desde que llegó buscó cómo sobrevivir, se dedicó a cargar maletas en un supermercado, limpiando carros, hasta de taxista trabajó.

Alcanzado por el Covid-19

El 8 de junio de 2021, fecha en la que él cumplió 54 años, fue internado de emergencia porque no podía respirar a consecuencia del Covid 19. En el centro asistencial de San José, lo entubaron y le iban a practicar una traqueotomía, pero ya fue demasiado tarde porque sus pulmones colapsaron, y falleció de un shock séptico y neumonía.

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“Fue una persona muy sensible con la causa que estaba atravesando la población.  Sin pedir nada a cambio, se puso a la disposición con su motocicleta, y pues al igual que miles de nicaragüenses tuvo que huir del país para salvaguardar su vida.

No se pudo velar porque no se permitió por la causa de su muerte, entonces fue incinerado. Dios lo tenga en su regazo a Moisés por esa importante labor”, indicó otro poblador. 

Masaya fue una de las ciudades que más resistió los embates de la represión de la dictadura Ortega Murillo, que en Nicaragua dejó más de 300 muertos, miles de exiliados, centenares de heridos y lisiados.

Esta ciudad, después de cinco años, aún no se recupera la paz. Se respira dolor, ira, impotencia y sobre todo la espera de justicia por los asesinatos.       

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