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Voz de América. SAN JOSÉ, COSTA RICA — Centenares de niños nicaragüenses que estudian en la escuela San José de Upala, una zona fronteriza entre Costa Rica y Nicaragua, dijeron adiós al año escolar 2022 cantando villancicos navideños y escuchando las emotivas palabras de sus maestros, instándolos a retomar muy pronto sus clases tras las vacaciones de Fin de Año.

Muchos de estos niños nicaragüenses, cruzan cada día la frontera para asistir a clases, una situación que dista mucho de ser excepcional en algunas zonas donde la proximidad entre ambos países anima a algunos menores a cruzar la frontera cada día para recibir una educación.

Algunos nicaragüenses que se encuentran en Costa Rica en calidad de refugiados resaltan las oportunidades que se les han brindado en el país vecino.

Uno de ellos es Julio César González Robleto, de 58 años, un campesino originario de Nueva Guinea, un municipio de Nicaragua ubicado en la región Autónoma del Caribe Sur. González Robleto inscribió a dos de sus hijos —uno de 17 años y el otro 9— a estudiar en la escuela de San José, en Upala. Además tiene allí a un nieto.

Dijo que entró a Costa Rica en agosto de 2018 huyendo de «la persecución de la dictadura» y se siente afortunado de poder tener a sus hijos en la escuela y que «no se atrasaran al estudiar».

A pesar de las dificultades del exilio, para nuestros hijos, «no se ha truncado la vida, gracias a Dios”, dijo el hombre.

«Para nuestros niños, para nuestros hijos, no se ha truncado la vida, gracias a Dios”

Julio César Robleto, padre de familia

Dice que ve el panorama de Nicaragua “complicado” para retornar, y por tanto deben “aprovechar aquí que nuestros hijos estudien, que se preparen”.

Karen Pineda, administradora de primaria y preescolar de la escuela costarricense San José, destaca que al centro educativo se han incorporado muchos niños migrantes, al punto que fue necesario reestructurar las metodologías de enseñanza para atenderlos.

“Esta institución es una escuela rural transfronteriza. Recibe estudiantes de varias nacionalidades, con predominio de la nacionalidad nicaragüense», destacó Pineda Ubau a la Voz de América.

La escuela tiene 160 estudiantes. De estos hay unos 27 estudiantes en condición de refugiados o solicitantes de refugio y otros sin ninguna condición o estatus, porque posiblemente se encuentran en algún trámite en relación a su situación legal, dijo la administradora.

En algunas actividades se entona el himno nacional costarricense y posteriormente el de Nicaragua, para que los estudiantes se sientan como en casa, dijo Pineda.

También dijo que a los menores se les brinda orientación psicológica “porque algunos vienen con algunas situaciones en las que hay que manejarles sus emociones, su conducta”.

La mayoría de los niños migrantes que llegan a estudiar a la escuela de San José provienen de la zona rural de Nicaragua, según Ubau, y algunos llegan “con conocimientos muy básicos, cuando tal vez vienen a un nivel superior de cuarto, quinto o sexto grado”.

Denis Segura, gestor educativo de Upala, aseguró a la VOA que este cantón costarricense tiene varias poblaciones de migrantes ya establecidos y otros que vienen por los procesos políticos en Nicaragua. “Son dos versiones diferentes del mismo fenómeno migratorio”, afirmó.

«Muchas de estas madres vienen solas con sus hijos. Muchas otras han estado acá durante largo tiempo”

Denis Segura, gestor educativo de Upala

Comenta que recientemente junto a UNICEF y desde la Unidad de Gestión Socio-Educativa de Upala se empezaron procesos de formalización de la estadía a estos niños y a sus madres, y se regularizaron recientemente alrededor de 440 menores, en términos de ingresarlos a un sistema que poco a poco los irá asimilando como parte de la población nacional.

El experto subrayó que la situación de los niños nicaragüenses “es de suma vulnerabilidad”.

“Muchas de estas madres vienen solas con sus hijos. Muchas otras han estado acá durante largo tiempo, los padres trabajan en condiciones agrícolas, a veces de explotación. Las situaciones no son fáciles, digamos. El acceso a los territorios no es sencillo tampoco, entonces las distancias también merman la posibilidad de acceso educativo”, declaró Segura.

José Francisco Urbina Hernández, otro campesino padre de niños nicaragüenses que habita en Upala, en la zona fronteriza, se siente agradecido con las instituciones educativas que le han dado la facilidad para que sus hijos estudien.

El hombre tiene a tres de sus hijos en el colegio, y a un nieto.

“Estoy agradecido. Creo que, como padre, es la mejor opción que debemos de agradecer que nos den esa ayuda para que nuestros hijos se preparen”, enfatizó.

Más de 50.000 estudiantes extranjeros en Costa Rica

El reto para estos niños, según Pineda Ubau, es que puedan reinsertarse al sistema educativo, por ello realizan actividades extracurriculares, sobre todo en diciembre, para que no sientan la ausencia de su patria, pues asegura que los hace sentirse más agobiados y repercute en su educación.

Según el Ministerio de Educación Pública (MEP) de Costa Rica, hay más de 50.000 estudiantes extranjeros matriculadas en centros educativos públicos. Informes del MEP indican que el 79% de los estudiantes en condición migrante provienen de Nicaragua, alrededor del 4% de Venezuela y el 2% de Panamá. Costa Rica endurece sus medidas migratorias

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