Las pretensiones de la dictadura sandinista de silenciar totalmente a la Iglesia Católica, es la máxima expresión de autoritarismo de una dictadura que pretende controlar hasta la fe y prácticas religiosas de los ciudadanos.

Así lo expresó Paulo Abrao, defensor de derechos humanos y ex secretario General de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en una entrevista a Café con Voz, a la vez que afirmó que estas acciones generan mayor rechazo desde la comunidad internacional.

La dictadura de Daniel Ortega pretende imponer un silencio hasta en la iglesia, ¿qué significa esto?
Esa es la máxima expresión del autoritarismo porque es un intento de controlar la fe de la gente y el deseo de las personas a ejercer su derecho a sus prácticas religiosas que es algo íntimo.

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Es la expresión máxima del autoritarismo. Para ellos ya no es suficiente tener el control de las instituciones, de las calles, de los espacios y de la narrativa; ellos ahora quieren entrar a las convicciones de la gente.

Esto es una violación tan tensa de los derechos humanos, que amerita un rechazo categórico de la comunidad internacional.

Toda persecución contra los sacerdotes y personas que están tratando de defender a la gente desde su lugar religioso, es algo que la comunidad internacional que debería denunciar de manera muy contundente.

¿Qué representa esto para la dictadura: fuera o miedo?

Es una mezcla de las dos cosas. Es una fuerza que proviene desde el miedo y el régimen necesita de su narrativa auto justificadora de la violencia.

Sus conciencias deben pesarles mucho, porque saben que están violando derechos humanos. La dificultad de soportar sus propias conciencias, requieren que construyan una narrativa para soportar sus propias conciencias.

Saben que si la gente puede vivir en libertad, va a dejar al régimen. Pero utilizan el miedo para imponer la fuerza. Es una instrumentalización de la cultura del miedo.

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La gente tiene que seguir enfrentando esas cosas. La resistencia democrática pasa por crear brechas entre sistemas dictatoriales.

Hay que tener esperanza, no se debe abandonar la idea de que puede haber una salida.

En América Latina se ve el surgimiento de gobiernos de tendencia de izquierda, ¿cómo incide en la situación de Nicaragua?

Es natural que los gobiernos que tienen alguna identidad política, generen bloques de apoyo. Creo que también se está instalando una idea muy clara de que lo que se vive en Nicaragua es inaceptable. No se trata de derecha o izquierda, sino de dictadura.

Estos cambios políticos van a poner a prueba si estas tendencias progresistas tienen convicciones democráticas.

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Pienso que se abre una oportunidad de que esos gobiernos progresistas puedan reunirse a armar un diálogo con Nicaragua para empujarlo a una transición democrática. Esto tal vez, porque los foros internacionales ya no pueden hacer más.

Pareciera que la deriva autoritaria de Ortega comienza a contagiar a otros, ¿debe preocupar esto a la comunidad internacional?

En el pasado, Nicaragua ha contaminado a toda la región en procesos políticos. Lo que pasa en Nicaragua tiene mucha influencia en lo que pasa en Centroamérica.

La comunidad internacional está atenta. La lucha que se pierde es la lucha que se abandona y ustedes no pueden abandonar esa lucha, porque sabemos que un día la justicia va a llegar. No hay sistema autoritario que logre mantenerse por tanto tiempo.

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