Juan Senastián Chamorro - Caminar no es delito

Por Juan Sebastián Chamorro | Mientras nos dirigíamos a dos reuniones en Masaya, fui retenido en Piedras Quemadas junto a María Asunción Moreno y Jasson Salazar, también miembros de la Alanza Cívica por un fuerte retén policial. Al devolvernos los documentos nos dijeron que llegando a la rotonda, nos devolviéramos a Managua.

Llegamos a la rotonda bloqueada por patrullas, y en vez de devolvernos, nos bajamos del vehículo y decidimos emprender a pie a nuestro destino. Sin saber que hacer, los policías inicialmente no nos obstaculizaron el paso, pero unos minutos después nos siguieron corriendo y con escudos antimotines nos retuvieron diciéndonos que no podíamos seguir caminando. En eso llegó el jefe anti motín y al preguntarle a éste porque nos retenían, nos dijeron que por “golpistas y terroristas”. Acto seguido nos cargó a golpes con el escudo un oficial que iba igual de furibundo que su jefe.

A partir de ahí comenzamos a caminar en dirección a Managua, pero en vez de corrernos, marchamos pausadamente y a nuestro propio ritmo. Habíamos emprendido una marcha de protesta ante la mirada asombrada de la gente que pasaba en motos, camionetas, buses y taxis. La espontánea muchedumbre que se dirigía a sus casas un domingo por la tarde quedó inmovilizada al ver la agresividad y odio de una Policía que ya no sirve sino a los intereses de una familia. Eran ojos asombrados, con frustración, de indignación, de miedo y enojo, que sólo nos veían pasar. Una mujer dentro del bus imploraba “por favor no les hagan eso”, apenas la pude ver, preocupada, de anteojos detrás de la ventana entreabierta. En ese momento sentí su solidaridad ante la violencia y su voz me dio fuerzas y tranquilidad.

Que difícil es aguantar golpes y mantener la calma y la cordura al mismo tiempo. Decidí solamente ignorar y esperar los golpes, que se repetían mecánicamente: uno a mí y otro a Jasson ofertados por el joven oficial que repetía ordenes como si fuera una máquina. Ocasionalmente seguían los golpes del jefe, que con sus manos nos empujaba a la vez que nos enterraba sus uñas como las patas de un zopilote y que no paraba de gritar el mismo odio que le sale al dictador cada vez que habla en sus eventos.

Al final, nos montaron en la Patrulla y nos llevaron a mi casa a los tres, para que no anduviéramos alterando el orden, según ellos. La dictadura actuó sin explicación alguna, violando todas las leyes y haciendo las cosas a su gusto y antojo cual si fueran señores feudales.

La represión no sirvió para nada, porque las dos reuniones que teníamos programas en Masaya se realizaron. Se pudieron conformar dos directivas municipales de la Alianza, como se había programado originalmente.

Cuando ya no dejan circular por el país es que han perdido el control. Es una muestra de debilidad, no de fuerza. Ninguna dictadura se sostiene permanentemente en base al odio y la golpiza. Mucho menos con el asesinato de más de 300 hermanos, la cárcel a centenares y el exilio de miles de nicaragüenses.

Lo ocurrido en la Carretera a Masaya resalta la importancia de la lucha cívica no violenta, de la protesta creativa y de saber enfrentarse a ellos. Si hubiéramos respondido a sus golpes, cosa natural que le sale a uno, nos hubiéramos puesto en sus mismas condiciones de violencia. En cambio, los ignoramos y demostramos que no nos hacían nada. Caminábamos como queríamos y eran ellos los que nos empujaban, sin saber que hacer. Nuestra indiferencia a ellos les enfureció más. La voz de la mujer y su empatía nos recordó que miles de nicaragüenses queremos circular en paz, elegir y ser electos sin arriesgar la vida. Pensar distinto, actuar diferente sin arriesgar el pellejo.

Al final, quedaron ante la gente que nos veía pasar como lo que en realidad son: guardianes de una familia dictatorial acabada y sola, que recurre a la agresión para mantenerse.

Debemos todos los nicaragüenses seguir organizándonos, barrio por barrio, municipio por municipio y departamento por departamento. Tenemos que ejercer presión unida, realizar protestas cívicas y pacíficas y lograr las condiciones de libertad a las que tenemos derecho, para que, después de lograr estas condiciones conformar una plataforma electoral única y así resolver la crisis por la vía democrática.

El acoso policial del que soy objeto por más de un mes, que inició con el seguimiento permanente las 24 horas del día, parece que ahora se ha convertido a una sentencia de no poder salir de Managua. Muy equivocados están los dictadores si creen que con esto me callarán o detendrán mis esfuerzos y mi lucha por la libertad y la democracia de Nicaragua. Fuerza Nicaragua, porque de que se van, se van!

Este es un artículo de opinión, de Juan Sebastián Chamorro

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